La salud ambiental,
como herramienta de actuación de la salud pública, tiene muchas más
posibilidades que la inspección, a la que tradicionalmente ha dedicado y dedica
sus esfuerzos. Además, en nuestro entorno, existen riesgos ambientales más
relevantes para la salud que los derivados del agua de abastecimiento, de las
piscinas o de las instalaciones diseminadoras de legionela.
Nuevas
posibilidades y retos se dibujan en el horizonte; uno de ellos es lo que se
denomina la Salud Ambiental Comunitaria, cuyo objetivo, por un lado, es sacar
la información sanitario-ambiental de los despachos y de las páginas web, para trabajarla
con la población y que pueda ejercer su
legítimo derecho a la participación pública y tener acceso a la justicia en
materia de salud y medio ambiente; por otro, se trata de poner esa información
en manos del sector asistencial para que los factores de riesgo ambiental puedan
ser contemplados, caso de ser necesario, en la anamnesis de sus historias clínicas
como origen potencial de determinadas enfermedades, lo cual, nos vuelve a
situar en la estela del hipocratismo más vital.
La Unión Europea
(EU) viene manteniendo, desde hace ya tiempo, la idea de que la Administración,
en este caso la Sanitaria, no solo debe trabajar para la población, sino, y
esto es lo relevante, con la población.
Esta idea, desde el
punto de vista de la salud ambiental, se puede articular colaborando en el
abordaje de los problemas de salud, sea o no consciente la población de los
mismos. Lo vamos a ilustrar con un ejemplo.
Como consecuencia
de varias iniciativas de la UE, entre ellas el Convenio
de Aarhus, determinadas
empresas vienen obligadas a notificar las emisiones de contaminantes que hacen
anualmente al aire, agua y suelo. Estos contaminantes se agrupan en varias
categorías:
- Gases de efecto invernadero
- Compuestos orgánicos persistentes
- Sustancias acidificantes, eutrofizantes y precursora de ozono
- Sustancias que agotan la capa de ozono
- Metales pesados y otras sustancias
Pues bien,
analizando la información que proveen estas empresas, se puede conocer la
potencial exposición de la población a sustancias nada inocuas, como son los
metales pesados (arsénico, cadmio, cobre, mercurio, plomo, etc.), sin que
desmerezcan del análisis las otras citadas.
Estas empresas,
para poder instalarse y funcionar, están sujetas a control administrativo a
través, fundamentalmente, de la Autorización Ambiental Integrada y los
procedimientos de Evaluación del Impacto Ambiental. La concesión final de la
autorización viene condicionada a una serie de requisitos, entre otros, que
establezcan un sistema de vigilancia ambiental que permita conocer la
exposición a la que se puede ver sometida la población más cercana a lo largo de
todo el proceso del proyecto: obras, funcionamiento y clausura. Esa información,
como mucho, fluye en un órgano denominado Comisión de Seguimiento, formado por
las empresas, Consejería de Medio Ambiente y aquellos Ayuntamientos afectados;
estos últimos, en muchos casos, se ven desbordados por carecer de personal
cualificado que pueda valorar dichos resultados u orientar en otro tipo de
análisis.
Aquí es donde la Salud Ambiental Comunitaria debería entrar a colaborar con los Ayuntamientos.
Esa Comisión de Seguimiento, debería contar con el apoyo técnico de la Salud Ambiental
y con la presencia del sector asistencial (Gerencia), ambas, de la Consejería
de Sanidad.
Este trabajo, en el
marco de esta Comisión, ayudaría a entender mejor los problemas de salud
vinculados a los riesgos ambientales, a elaborar las mejores estrategias de
comunicación del riesgo y edición de material divulgativo adecuado para la
población, a que el sector asistencial conozca de primera mano esos riesgos
ambientales que puedan orientarles en la prevención, pero también en el
diagnóstico, etc.
La Salud Ambiental Comunitaria
trasciende el papel que, de forma poco brillante se le tiene asignada desde la
Salud Pública. Los riesgos más relevantes, como los derivados de las
emisiones, no son considerados cuando debería ser la prioridad en una sociedad avanzada
como la española.
Surge la
oportunidad que brindan las estrategias emanadas desde la Unión Europea, para
reubicar el papel que deben tener la Salud Ambiental y comenzar a andar un
camino fundamental de trabajar con la comunidad. Ese papel es el que debe
desarrollar la Salud Ambiental Comunitaria.
José Mª Ordóñez Iriarte. Farmacéutico salubrista
Emiliano Aránguez
Ruiz. Geógrafo
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