jueves, 17 de junio de 2021

Promoción del buen trato: prevención del edadismo

                                      

La Asamblea General de Naciones Unidas designó el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, un problema frecuente frente al que los servicios públicos son clave para prevenir, detectar y actuar. Es el día señalado para expresar la oposición a los abusos y al sufrimiento infligido a nuestros mayores. Un tema casi tabú hasta hace muy pocos años, pero del que ya se habla y se visibiliza en todo el planeta. Desde 2006 se celebra este día con el objetivo de sensibilizar a la sociedad, detener el aumento de esta problemática y concienciar del daño que se les puede generar a las personas mayores, incluso dentro del entorno familiar.

Abuso y maltrato a las personas mayores. Problema social y de salud pública

La atención a las personas mayores es uno de los retos a los que tiene que hacer frente nuestra sociedad, tanto en el ámbito sanitario como en el ámbito social. Una cuestión fundamental es abordar y erradicar aquellos casos en los que las personas mayores se ven afectadas de cualquier forma de maltrato que menoscabe sus legítimos derechos.

Este tipo de maltrato se puede definir como «un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza». Puede adoptar diversas formas, como son las del maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser resultado de la negligencia, sea esta intencional o no.

En muchas partes del mundo el maltrato de las personas mayores pasa casi inadvertido. Hasta hace poco, este grave problema social se ocultaba a la vista del público y se consideraba como un asunto esencialmente privado. Incluso hoy en día, sigue siendo un tema tabú, por lo común subestimado y desatendido por sociedades de todo el mundo. Sin embargo, cada día hay más indicios de que se trata de un grave problema de salud pública y social.

Un estudio realizado en 2017, basado en 52 estudios en 28 países de diversas regiones, incluidos 12 países de ingresos bajos y medianos, estimó que, durante 2016, el 15,7% de las personas de 60 años o más fueron sometidas a alguna forma de abuso. Probablemente la cifra esté subestimada, puesto que solo se notifica uno de cada 24 casos de maltrato a personas mayores, en parte porque los afectados suelen tener miedo de informar a sus familiares y amigos o a las autoridades. En consecuencia, es probable que todas las tasas de prevalencia estén subestimadas.

Aunque los datos rigurosos son escasos, el estudio ha aportado algunas cifras estimadas de los tipos más frecuentes de abuso:

  • maltrato psicológico: 11.6%
  • abuso económico: 6.8%
  • desatención: 4.2%
  • maltrato físico: 2.6%
  • abuso sexual: 0.9%

En todo el mundo, se prevé que el número de casos de maltrato de personas mayores aumente habida cuenta del rápido envejecimiento de la población en muchos países y de la posibilidad de que sus necesidades no puedan atenderse plenamente por falta de recursos. Se calcula que para el año 2050, la población mundial de mayores de 60 años se habrá duplicado con creces, de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones, con la gran mayoría de ancianos viviendo en países de bajos y medianos ingresos. Si la proporción de víctimas de abuso de ancianos permanece constante, el número de víctimas aumentará rápidamente debido al envejecimiento de la población, que llegará a 320 millones de víctimas para 2050.

Edadismo o la discriminación por motivos de edad

El maltrato de las personas mayores se enmarca en un contexto cultural, en el que entre sus riesgos de desarrollo se encuentra el edadismo o la discriminación por motivos de edad.

El edadismo es un término acuñado por Robert Butler en la década de los 60 del pasado siglo XX para referirse a los estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad, no solo en las personas mayores, sino también en otras etapas de la vida. 

El edadismo se refiere a:

los estereotipos (cómo pensamos)

los prejuicios (cómo nos sentimos)

la discriminación (cómo actuamos) 


Puede ser institucional, interpersonal o autoinfligido.

El edadismo institucional se refiere a las leyes, reglas, normas sociales, políticas y prácticas de las instituciones que restringen injustamente las oportunidades y perjudican sistemáticamente a las personas en razón de su edad.

El edadismo interpersonal surge en las interacciones entre dos o más personas.

Mientras que el edadismo autoinfligido se produce cuando se interioriza el edadismo y se vuelve contra uno mismo.

Los factores que aumentan el riesgo de incurrir en edadismo contra las personas mayores son: ser más joven, varón, ansioso ante la muerte y haber recibido una educación deficiente. Los factores que reducen el riesgo de incurrir en edadismo, tanto contra los jóvenes como contra las personas mayores, son: tener determinados rasgos de la personalidad y un mayor contacto intergeneracional.

Los factores que aumentan el riesgo de ser objeto de edadismo son: tener más edad, precisar del cuidado de otros, tener una menor esperanza de vida sana en el país y trabajar en determinadas profesiones o sectores ocupacionales, como los sectores de la alta tecnología o la hostelería.

El edadismo tiene consecuencias graves y de gran alcance para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas.   

Entre los efectos para las personas mayores y la sociedad, se ha demostrado que el edadismo produce estrés cardiovascular, y que los adultos mayores con actitudes negativas sobre el envejecimiento pueden vivir 7,5 años menos que los que tienen actitudes positivas.

El edadismo también condiciona la percepción negativa asociada a los cambios fisiológicos del envejecimiento e incentiva las actitudes para combatir los signos de la edad, retrasando la realización, por ejemplo, de adaptaciones estructurales de la vivienda, debido a las asociaciones de estigmatización relacionadas con el declive y la vulnerabilidad. Estos efectos negativos en la autopercepción de la persona mayor, pueden conllevar riesgo de auto-exclusión del ámbito público.

Entre sus consecuencias sociales, el edadismo perpetúa creencias estereotipadas sobre el envejecimiento asociando la vejez como una etapa poco estética o atractiva. Así, las personas mayores dejan de tener presencia y representación en medios de comunicación y actividades pública, con su consecuente invisibilización y ausencia de participación en la toma de decisiones.

El edadismo, contribuye también a la regulación del mercado laboral, limitando el acceso de personas de edad, basándose en el énfasis existente en la productividad, que lleva de nuevo a perpetuar creencias estereotipadas, limitando la posibilidad de que las organizaciones se beneficien de los conocimientos y experiencias que pueden aportar los trabajadores y trabajadoras de más edad a un grupo intergeneracional. Por otro lado el edadismo puede suponer que las personas mayores vean dificultado el acceso a información y servicios en los que la transformación tecnológica priorice elementos comunicativos o de acceso que supongan una brecha digital.

La discriminación por razones de edad, puede influir también en actitudes negativas en la prestación de cuidados a largo plazo, limitando los recursos orientados a la patología crónica y perpetuando el modelo de atención a la enfermedad aguda. El modelo asistencial debe evolucionar de tal manera que centre sus recursos en la atención de los cuidados a largo plazo integrados y centrados en la persona, con el objetivo de mantener o mejorar su capacidad funcional, teniendo presente el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento poblacional.

Estrategias para combatir el edadismo  

Los adultos mayores, como sujetos de pleno derecho, deben pues ser protegidos de la discriminación por razones de edad y se debe favorecer su participación en la toma de decisiones

En este sentido es importante tener en cuenta el error que supone, tratar a un grupo de población de manera homogénea por criterio de edad, ya que la vejez se caracteriza por una gran diversidad, y la capacidad física y mental de una persona no viene determinada por una edad cronológica sino por su capacidad funcional.


El Gobierno de España, a través del Ministerio de Sanidad, trabaja para erradicar el edadismo como forma de maltrato discursivo contra las personas mayores, a través de la promoción del envejecimiento activo y saludable en el marco de la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el Sistema Nacional de Salud. En este sentido, combatir el edadismo es una de las líneas priorizadas en la ‘Hoja de ruta para el abordaje de la fragilidad’, elaborada en el marco de la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS y la Acción Conjunta europea ‘Advantage’.

Entre las herramientas para hacer frente al edadismo están las de comprender el envejecimiento como una etapa más de la vida, contrarrestar los conceptos negativos y estereotipados de los mayores con el reconocimiento de la diversidad en la vejez y fomentar la participación informada de las personas mayores en la toma de decisiones.

La OMS recomienda tres estrategias para reducir el edadismo: la política y la legislación, las actividades educativas y las intervenciones de contacto intergeneracional.



Las intervenciones educativas para reducir el edadismo deben incluirse en todos los niveles y tipos de educación, desde la escuela primaria hasta la universidad, y en contextos educativos formales y no formales. Las actividades educativas ayudan a mejorar la empatía, disipar las ideas erróneas sobre los distintos grupos de edad y reducir los prejuicios y la discriminación al proporcionar información precisa y ejemplos para contrarrestar los estereotipos.

Asimismo, habría que promover intervenciones de contacto intergeneracional que tengan por objeto fomentar la interacción entre personas de distintas generaciones. Este contacto puede reducir los prejuicios y estereotipos entre grupos. Las intervenciones de contacto intergeneracional figuran entre las intervenciones más eficaces para reducir el edadismo contra las personas mayores.

Para lograr un cambio real a nivel de las poblaciones, estas estrategias deben estar respaldadas por las mejores pruebas científicas. En los casos en que esas intervenciones no se hayan llevado a cabo anteriormente, deberían adaptarse y probarse, y posteriormente ampliarse una vez que se haya demostrado su eficacia en el nuevo contexto.

Mejorar nuestra comprensión de todos los aspectos del edadismo ―su escala, sus efectos y sus determinantes― es un requisito previo para reducirlo. Las pruebas científicas sobre la eficacia de las estrategias van en aumento, pero aún no están a la altura de lo que se necesita. Es necesario seguir elaborando y evaluando las estrategias implantadas, como las campañas para reducir el edadismo.

Todos podemos contribuir a afrontar y eliminar el edadismo. Los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil, los organismos de las Naciones Unidas, las organizaciones de desarrollo, las instituciones académicas y de investigación, las empresas y las personas de todas las edades pueden contribuir a reducir el edadismo. 

Belén Luna Porta (Hospital de la Cruz Roja) José Antonio Pinto Fontanillo (Dirección General de Salud Pública)

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