lunes, 8 de marzo de 2021

COVID-19 y cuidados formales e informales: el papel de las mujeres (1ª parte)


La pandemia por COVID-19 no es solo una crisis sanitaria, sino que está teniendo graves repercusiones sociales y económicas que impactan de manera diferente y desigual en mujeres y en hombres. Durante los meses de noviembre y diciembre del 2020, por  iniciativa de la Subdirección de Promoción de la Salud y Prevención de la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad de Madrid, se llevó a cabo el proyecto “Mujeres que se cuidan en tiempos de COVID”, financiado con  fondos del  Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

El proyecto incluía entre sus actividades el desarrollo de 3 webinars (seminario web) para compartir, reflexionar y profundizar en el impacto de la COVID-19 en la vida y la salud de las mujeres. En este blog y en varias entradas consecutivas expondremos las ideas principales de cada webinar e incluiremos los enlaces en los que quedaron grabados.

En las primeras dos entradas empezaremos por resumir el contenido del webinar  “COVID19 y cuidados formales e informales: el papel de las mujeres” que tuvo como ponente a María del Mar García Calvente de la Escuela Andaluza de Salud Pública.

Hasta ahora se ha afirmado que la crisis generada por el coronavirus ha situado a los cuidados en el centro y a las mujeres en la primera línea de respuesta a la enfermedad; pero aún no son el centro de las atenciones.

En el mundo, cuando pensamos en cuidados formales vemos por ejemplo que en España las mujeres constituyen el 66% del personal sanitario y en algunas profesiones como enfermería el 85% o que son el 84% de las trabajadoras en residencias de personas mayores y dependientes y el 93% de las empleadas del hogar.

En el entorno del cuidado informal y no remunerado (desde el apoyo afectivo a la conformación de hábitos, aseo, alimentación, acompañamiento) se prestan el 88% de los cuidados de salud. Lo que supone expresamente la atención a la enfermedad (12%), lo proporciona el sistema sanitario.

¿Qué entendemos por cuidados?

Son las actividades que regeneran diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas, que incluyen tareas cotidianas de gestión y mantenimiento de la vida: espacios y bienes domésticos, cuidado de los cuerpos, educación/formación de las personas, mantenimiento de las relaciones sociales o apoyo psicológico. En definitiva, son la base misma de la vida.

·         Directos: implican la interacción de personas (dar de comer, vestir, acompañar…)

·         Precondiciones de cuidados: establecen las condiciones materiales para hacer posibles los cuidados directos (lavar la ropa, hacer la comida…)

·         Gestión mental: tareas de coordinación, planificación y supervisión que implican una fuerte carga mental y emocional: organizar una dieta equilibrada, recordar que alguien tiene alergia al huevo…)

¿Por qué el cuidado, sobre todo el informal, es invisible?

  • Es un trabajo no remunerado, sin precio en el mercado.
  • Se basa en relaciones afectivas y de parentesco y pertenece al terreno de lo privado. Se desarrolla en el ámbito doméstico y queda oculto a la arena pública.
  • Es una función mayoritariamente adscrita a las mujeres como parte de su rol de género.

Los cuidados antes de la pandemia

Las mujeres en la UE dedican 13 horas más que los hombres a la semana a los cuidados no remunerados y tareas domésticas. España es uno de los países de la OCDE con mayor frecuencia e intensidad de cuidado informal. Y aquí, el tiempo que dedican las mujeres al trabajo no remunerado duplica al que dedican los hombres. De las personas cuidadoras en el ámbito de la dependencia, 9 de cada 10 declaran cuidar todos o casi todos los días de la semana, más del 50% en jornadas de 8 o más horas, más del 30% lleva 8 o más años cuidando y más del 75% de los casos son mujeres.

El rostro del cuidado invisible es el de una mujer entre 45 y 64 años, que reside en el mismo hogar que la persona a la que cuidan. A este perfil se suman otras inequidades como que la probabilidad de ser cuidado por un familiar es mayor siendo hombre que siendo mujer y ese familiar es en muchas ocasiones una hija cuando la persona que recibe cuidados es una mujer, o la esposa cuando quien recibe cuidados es un hombre.

El contexto actual de desigualdad en las relaciones, estructuras y procesos ayuda a crear a las mujeres como cuidadoras e infravalora el trabajo de cuidar. Las mujeres son empujadas a cuidar por la división sexual del trabajo y han de desarrollar estrategias para manejar las múltiples presiones de su vida personal, responsabilidades familiares y domésticas, su vida social y profesional en un contexto inflexible de servicios públicos y privados.

Cuatro grandes bloques de desigualdades de género en los cuidados:

  • En la responsabilidad de cuidar: la brecha en la participación de mujeres y hombres en los cuidados es mayor en edades en las que los hijos aún son dependientes, pero los padres ya son mayores. La brecha no desaparece en ningún momento de la vida.
  • En el trabajo de cuidar: cuando mujeres y hombres cuidan, ellas dedican más horas, durante más años y tareas de mayor riesgo para la salud (ayuda al aseo, a vestirse, cambio de pañal, dar de comer…). Las tareas relacionadas con la movilidad física o que tienen lugar fuera del hogar las realizan los hombres en mayor medida.
  • En el impacto de cuidar: más de dos tercios de las mujeres afirman que cuidar no les permite tener un empleo o han tenido que reducir su jornada laboral, tienen problemas para cumplir los horarios o no tienen tiempo para actividades de ocio. Por cada 1% de horas de cuidado, se reduce hasta un 10% la tasa de empleo de las personas cuidadoras. En cuanto a la vida familiar o de ocio, las mujeres han tenido que reducir más su tiempo libre y tienen menos tiempo para cuidar de sí mismas. Todas estas características suponen un riesgo para la salud física y mental, hábitos de vida de riesgo, mayor mortalidad. El riesgo es mayor para las mujeres mayores, con mala salud previa, escaso apoyo social y nivel socioeconómico desfavorecido. La brecha en el impacto sobre la salud va aumentando con la edad.
  • En la forma de asumir y afrontar los cuidados: las mujeres han hecho suyo el rol de cuidados, mientras que para los hombres es un rol prestado, altruista. Esto implica que para ellas no asumirlo está penalizado y para los hombres, asumirlo está premiado. Las mujeres entienden que están capacitadas para hacerlo todo solas y, cuando buscan apoyo, es instrumental y económico para mejorar las condiciones del cuidado. Los hombres buscan apoyo antes de llegar a situaciones muy estresantes y perjudiciales para la salud y, cuando buscan apoyos, suelen buscan personas con las que compartir el cuidado.

Dato: pese a la cantidad de horas que las mujeres dedican al cuidado en España, sólo el 0’7% del PIB se destina a cuidados de larga duración.

¿Cómo veis el reparto de cuidados durante la pandemia? Os esperamos en la segunda parte del post.

Lola Martos Morillo

MIR Medicina Preventiva y Salud Pública, Subdirección de Promoción de la Salud, Área de la Mujer



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