Siguiendo con el contenido del webinar “COVID-19 y cuidados formales e informales: el papel de las mujeres” que tuvo como ponente a María del Mar García Calvente, en el marco del proyecto “Mujeres que se cuidan en tiempos de COVID” pasaré a resumir la segunda parte de lo expuesto en el mismo
Los cuidados durante la pandemia
Durante la primera ola de la
pandemia el principal factor de riesgo frente a la COVID19 para las mujeres
pudo estar en relación a su papel asignado de
cuidadoras tanto en el ámbito de cuidados profesionales como
en el cuidado no remunerado.
En la segunda ola, pese
a que hay pocos datos desagregados por sexo, sabemos que el 52%
de los casos de COVID-19 fueron mujeres y la mediana de edad de
los casos estaba en 41 años. El ámbito más frecuente de exposición fue el domicilio
(32%) y el 78% del personal sanitario o
sociosanitario con COVID-19, notificado desde el 11 de mayo, han sido
mujeres.
Las mujeres siguen asumiendo mayoritariamente los cuidados
de las personas afectadas en los domicilios, cuidan durante más
tiempo y en tareas de atención personal (más cercanía, tareas más cotidianas)
que las expone en mayor medida al riesgo de contagio y son, por regla general,
las encargadas de asumir otras tareas domésticas de limpieza (ropa, superficies,
fómites…) que pueden aumentan
el riesgo.
Por otro lado, los cuidados se han
considerado un recurso esencial de atención a la salud durante la pandemia:
- En el aislamiento domiciliario de
casos COVID-19 donde las personas cuidadoras no remuneradas,
generalmente mujeres, atienden a las personas afectadas y toman medidas
preventivas de contagio a convivientes.
- En la atención a la salud de
enfermedades crónicas ya que durante la pandemia, especialmente en la
primera parte, se han reducido los servicios de atención sanitaria a problemas
de salud crónicos (incluidos los de salud mental), que han sido atendidas en
los hogares.
- En la atención a la salud de
condiciones no urgentes, y a veces también a las urgentes, que no han
utilizado los servicios de salud por miedo al contagio o por dificultades de
acceso.
Además, el confinamiento ha supuesto una re-familiarización de los cuidados durante la pandemia debido a:
- Cierre de centros educativos y de cuidado de mayores:
supresión de actividad de servicios de
cuidado de mayores y dependientes (ya limitados): valoración de personas dependientes, servicio de ayuda a domicilio, centros de día… - Supresión de servicios residenciales para mayores y dependientes: no admisión de nuevos ingresos, personas que estaban institucionalizadas han vuelto a casa.
- Cuidado de personas mayores, antes autónomas, que han necesitado ayuda para compras de alimentos o medicamentos y apoyo afectivo “a distancia”.
- Teletrabajo y pérdida de empleo: mayor sobrecarga de cuidados sobre todo para las mujeres, sin servicios de apoyo existentes.
- Todo esto ha implicado, en ocasiones, un incremento
de la corresponsabilidad, pero no lo suficiente en muchos casos, con una
redistribución no equitativa de las tareas que recaen mayoritariamente en las
mujeres.
La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), en su texto Posicionamiento SESPAS sobre el impacto de la COVID19 en los colectivos más vulnerables, incluye a las cuidadoras familiares entre “los grupos especialmente vulnerados durante la epidemia y que, por tanto, deben ser objeto de atención especial” y propone como medida a corto plazo “atender las necesidades de las cuidadoras familiares, no tanto en relación al cuidado que ellas prestan como a sus necesidades propias derivadas del proceso y del aislamiento (respiro, estrés, autoestima, etc.).
Los cuidados después de la pandemia
Se prevé que, a medio y largo plazo, la pandemia tenga consecuencias para la vida y la salud física y mental de las personas sobre todo de las mujeres derivadas del mayor estrés y la sobrecarga de cuidados. No olvidemos tampoco la “doble presencia” de algunas mujeres que trabajan como cuidadoras remuneradas en servicios sanitarios y sociales y como cuidadoras no remuneradas en el hogar.
Otras consecuencias serán el incremento de la brecha
de género a nivel laboral, económico, en las pensiones, en
los usos del tiempo, las relaciones familiares y sociales, etc.
Todas las crisis suponen un
peligro para la igualdad de género en lo que se llama “la tiranía de lo urgente” (lo
urgente se impone sobre otras cuestiones) y se producen retrocesos en los
avances en igualdad conseguidos. Un ejemplo de ello es que la re-familiarización
de los cuidados ya está expulsando a muchas mujeres del mundo laboral.
Para terminar, algunas propuestas recogidas en Cuidados
y abordaje de la pandemia de COVID-19 con enfoque de género
publicadas en Gaceta Sanitaria:
- La recogida, análisis e interpretación de los datos sobre la pandemia con mirada de género: disponer de datos desagregados por sexo del impacto sanitario, económico y social de la pandemia; considerar la morbilidad diferencial en el tratamiento de la enfermedad y detectar posibles sesgos de género en el esfuerzo diagnóstico y terapéutico.
- Los cuidados sitúan a las mujeres
ante un mayor riesgo de contagio y
exposición a la enfermedad, por eso debe hacerse visible su papel central en el
sostenimiento de la vida y planificar recursos de apoyo y medidas de
protección que tengan en cuenta la feminización de la primera línea de
atención a la enfermedad.
- Frente a los roles de género: generar debate y reflexión en torno a quién está realizando el trabajo “extra” de cuidados que ha supuesto el confinamiento y potenciar el reparto equitativo de roles y la corresponsabilidad en los cuidados, tanto de mujeres y hombres, como entre hogares y Estado.
- Para atender a las necesidades en salud de las mujeres: propiciar una mayor participación de las mujeres en la toma de decisiones y especialmente en las políticas de salud que les afectan; diseñar actuaciones dirigidas a las personas cuidadoras que tengan en cuenta su salud; invertir en investigaciones que analicen el impacto de los cuidados durante la pandemia sobre la salud física y mental de las mujeres y los hombres, y sobre las desigualdades de género en dicho impacto.
- Realizar
un abordaje interseccional teniendo en cuenta otros ejes de inequidad: estatus
socioeconómico, situación laboral, edad, origen de procedencia, orientación
sexual, discapacidad, hábitat, etnia, etc. Establecer medidas específicas
dirigidas a las mujeres cuidadoras en situación más precarias de pobreza y mala
salud; y diseñar medidas efectivas de conciliación de la vida personal,
familiar y laboral adaptadas a la crisis actual, poniendo una mirada especial
en quienes han de afrontar tareas no remuneradas junto con otras remuneradas.
En los
dos próximos posts resumiré el webninar donde se abordó el tema de la
Promoción de la salud y el buen trato en tiempos de COVID.
Lola Martos Morillo
MIR Medicina Preventiva y
Salud Pública. Subdirección de Promoción de la Salud, Área de la Mujer
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