En el Día Internacional de las Personas Mayores, 1 de octubre de 2017, se
viene a insistir en la necesidad de luchar con firmeza contra una de las lacras
más extendidas en nuestro tiempo: “el edadismo”. En conjunto se trata de una percepción
distorsionada de este grupo de edad por una buena parte de la sociedad, común a
las diferentes culturas y países, basada en imágenes negativas y creencias
falsas, que acaba afectando a su esfera social, vital y de salud.
El envejecimiento como éxito de la salud
Frente a las posturas y corrientes negativas, se
impone, sin embargo, la realidad más contundente y es que el envejecimiento es
una seña de identidad de nuestra época y está asociada inequívocamente al
progreso.
Como fenómeno emergente desde luego que debe ser
observado y analizado. El informe Perspectivas
de la Población Mundial
correspondiente a 2017 prevé que la población de 60 años o más se duplique en
torno al 2050 y se triplique para el 2100. En 2017, se calcula que hay alrededor
de 960 millones de personas con 60 años o más, un 13 por ciento de la población
mundial. Este grupo crecerá en torno a un 3 por ciento cada año. En Europa ya
supone cerca del 25 por ciento. Ese envejecimiento alcanzará a otras regiones del
mundo en 2050, con la salvedad de África con un crecimiento mucho más atenuado.
En este envejecimiento, que ya puede considerarse estructural, es decir,
integrante natural de las poblaciones, se contempla a las personas mayores como
elementos de contribución activa al desarrollo, entendiendo su indudable
capacidad para mejorarse no sólo a sí mismas sino a la sociedad a la que
pertenecen.
Un indudable avance en
la integración desde 2002
Hoy se conoce cuál es el camino a seguir y que no es otro
que procurar desactivar las barreras y facilitar los mecanismos de integración
plena de las personas que han perdido su presencia social bien por la
jubilación o por la propia edad.
Como antecedente de este enfoque nuevo hay que situar
la fecha del 26 julio al 6 de agosto de 1982 y el lugar Viena, Austria, donde
tuvo lugar la I Asamblea Mundial Sobre el Envejecimiento.
El Preámbulo de su Declaración institucional promulgaba que “Las naciones reunidas reconocen solemnemente que la calidad de la vida no es menos importante que la longevidad y que, por consiguiente, las personas de edad deben, en la medida de lo posible, disfrutar en el seno de sus propias familias y comunidades de una vida plena, saludable, segura y satisfactoria y ser estimadas como parte integrante de la sociedad”. Todo un juicio de intenciones que venía a situar la importancia de la participación al nivel de la misma salud.
Veinte años después, en 2002, y ya en el seno de la Comunidad de Madrid, la II Asamblea Mundial fijaba las líneas a seguir y los compromisos de los estados con lo que definitivamente se va a denominar un “envejecimiento activo”. Esta nueva filosofía quedará recogida en la Declaración Política y el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. Entre sus objetivos destacaban tres direcciones: la primera es la relativa a las personas mayores en cuanto sujetos de desarrollo permanente; la segunda la promoción de la salud y el bienestar en la etapa de la vejez, y la tercera el fomento de entornos adecuados y favorables lo que ahora conocemos como “ciudades amigables” para las personas mayores.
El Preámbulo de su Declaración institucional promulgaba que “Las naciones reunidas reconocen solemnemente que la calidad de la vida no es menos importante que la longevidad y que, por consiguiente, las personas de edad deben, en la medida de lo posible, disfrutar en el seno de sus propias familias y comunidades de una vida plena, saludable, segura y satisfactoria y ser estimadas como parte integrante de la sociedad”. Todo un juicio de intenciones que venía a situar la importancia de la participación al nivel de la misma salud.
Veinte años después, en 2002, y ya en el seno de la Comunidad de Madrid, la II Asamblea Mundial fijaba las líneas a seguir y los compromisos de los estados con lo que definitivamente se va a denominar un “envejecimiento activo”. Esta nueva filosofía quedará recogida en la Declaración Política y el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. Entre sus objetivos destacaban tres direcciones: la primera es la relativa a las personas mayores en cuanto sujetos de desarrollo permanente; la segunda la promoción de la salud y el bienestar en la etapa de la vejez, y la tercera el fomento de entornos adecuados y favorables lo que ahora conocemos como “ciudades amigables” para las personas mayores.
El Plan debía revisar sus logros que ciertamente serían
desiguales pero asimismo irreversibles. A fecha de hoy toca ya poner la
atención en las garantías de un acceso equitativo a la atención sanitaria, a la
salud mental, a la discapacidad y a los cuidados en general. Pero, además
incluye el área emocional: prevenir la negligencia, la violencia y el maltrato
contra las personas mayores y, algo esencial, el derecho a envejecer en la
comunidad donde se ha vivido, respondiendo al deseo del colectivo que
manifiesta querer mantenerse en sus casas todo el tiempo posible.
Pero el reciente Informe Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud nos recuerda, además de la revolución demográfica en la
que estamos inmersos, con un predominio de personas de 60 años y más en todo el
mundo, las amenazas que penden sobre esta población y que vienen a confluir en
una imagen distorsionada de este grupo de edad. La experiencia nos dice que las imágenes negativas pueden convertirse
en realidad, lo que lleva a una especie de pasividad consentida y a una
aceptación del deterioro que se produce cuando esas ideas se adueñan de la
realidad. Basándose en estudios comparativos con otras formas de
minusvaloración puede afirmarse que la
discriminación por motivos de edad constituye hoy una forma más generalizada de
discriminación que el sexismo o el racismo, tal y como se pone de manifiesto en
el Informe.
La lacra de las imágenes negativas
Si bien las
investigaciones en nuestro país sobre este problema no son todo lo actuales y
amplias que fuera deseable, las distintas referencias documentales sobre el
asunto, permiten extraer una suerte de “decálogo de la discriminación por edad”
que podría configurase así:
Más del 60% de la
población española era de la opinión de que a partir de los 65 años se produce
un considerable deterioro de la salud, que se manifiesta más o menos de este
modo:
- Las personas mayores tienen un manifiesto deterioro de su memoria
- Se hacen dependientes de los demás
- Son menos activas
- Son rígidas e intolerantes
- Son irritables
- Son como niños
- Los defectos se agudizan con la edad
Y en torno al 50% de la población consideraba que las personas mayores de 65 años son:
- Seniles
- Peores que los jóvenes resolviendo problemas
- Peores en el trabajo en general
Lo más significativo de
estas percepciones es que tanto la clase social como la educación no parecen
tener influencia en su aceptación, por lo que podrían advertirnos de un cierto
carácter “endémico” o estructural en nuestra sociedad. Lo que complica su
erradicación.
Estereotipos sobre la vejez en España: evolución en un período
de 15 años
Fernández-Ballesteros. IMSERSO. Envejecimiento activo. Libro Blanco. Madrid 2011 |
La falsedad de
los estereotipos
Esta opinión de la población, que afortunadamente parece que va
declinando con el correr de los años, choca frontalmente con la evidencia de
los hechos. En efecto, si cruzamos los datos de los estudios de participación
clásicos de nuestro país como son la “Encuesta de presupuestos familiares”, “La
encuesta de condiciones de vida” y la propia “Encuesta de personas mayores” del
IMSERSO, nos ofrece un panorama bien distinto que dejaría en evidencia la
falsedad de los estereotipos. Lo que se pone de manifiesto es que casi el
100% de las personas mayores desempeña un trabajo no remunerado que revierte en
la sociedad. En el caso de las mujeres supone casi 8 horas diarias y en el
de los hombres casi 5 horas por jornada. Se trata de trabajos colaborativos de
naturaleza productiva y en prácticamente todos los ámbitos domésticos, pero con
especial referencia a la atención y cuidados de otros: niños, enfermos o a
otros mayores.
Horas
semanales totales y promedio semanal de horas dedicadas al cuidado de otras
personas por edad. Personas de 65 y más años
Encuesta de personas mayores 2010. Imserso. Libro Blanco del Envejecimiento activo. 2010 |
El papel de los profesionales y cuidadores
La percepción
negativa sobre las personas de edad pasa de la sociedad a los propios mayores
que acaban por asumir algunas de estas creencias. Pero lo más relevante es que
puede alcanzar, de forma consciente o inconsciente, también a los
profesionales. Las actitudes negativas se pueden introducir inadvertidamente en
los distintos centros asistenciales.
Es así como médicos,
enfermeros, trabajadores sociales, terapeutas, psicólogos y otros profesionales
pueden ser víctimas de los estereotipos hacia las personas de edad avanzada, de
una forma más o menos pasiva, sin ser quizá conscientes de ello. Algunos
elementos a tener en cuenta en su génesis podrían ser los siguientes:
- En primer lugar, estar demasiado expuestos al deterioro biológico del paciente mayor, lo que en cierto modo presupone y condiciona la respuesta profesional, que se reforzaría de manera también inadvertida en el posible deterioro cognitivo.
- En segundo lugar, por la posibilidad de caer en el proceso de generalización de los individuos del grupo en contacto con el profesional, en relación al conjunto del grupo.
- En tercer lugar, por tener que afrontar frecuentemente un envejecimiento patológico que “no deja ver” el envejecimiento natural (activo y participativo) común a la mayoría.
- En cuarto lugar, por la presencia de sobrecarga y estrés que padecen a menudo los profesionales ante situaciones de deterioro físico, mental, dolor e incluso muerte, que condiciona una posible actitud más relajada y abierta hacia el grupo de edad.
Si bien es cierto que estos prejuicios no se observan de forma consciente entre los profesionales, sino de forma inconsciente, puede servirles de ayuda en su tarea el orientar su atención a las personas mayores desde una perspectiva más neutra respecto a la edad, que evite las presunciones y las valoraciones asociadas al grupo.
En suma, si
evitar la discriminación por edad es tarea de todos, los profesionales hemos de
predicar con el ejemplo.
José Antonio Pinto. Área
del Envejecimiento. Salud Pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario