miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Mensajes eficaces sobre hábitos de vida saludables?

Bacchus (1638-1640). Rubens. Hermitage
Hay días que me asalta la duda de si realmente me lo estoy haciendo bien. Con mi vida, me refiero. Y, últimamente, me asalta la duda con alarmante asiduidad.
Todos los días, de lunes a viernes, el despertador suena a las seis de la mañana. Me podría levantar un poco más tarde pero tengo que dejar a los niños en el colegio antes de entrar a trabajar a las ocho. Y tienen que llegar desayunados y con un bocata para el recreo. A veces, no tengo ni tiempo de hacerles el bocadillo, y esta carencia la suplo con un euro para cada uno para que se compren una palmera de chocolate. Dicen que no es precisamente una comida muy sana. Que tiene grasas trans —a saber qué es eso, pero parece que no es muy bueno— pero es que son baratas y se las comen con placer. Y les llena la barriga. Ya me gustaría comprarles un bocadillo de jamón de Jabugo, pero ni yo recuerdo cómo sabe el jamón.
Con los ojos legañosos (ayer se volvieron a acostar tarde a causa de la tele —solo 5 minutos más porfa…—), se toman el tazón de cereales y un Cola-Cao, que no siempre se terminan. A esas horas dicen que no les entra la comida. Y no es tanto la hora, que ya lo sé… es mas el escaso tiempo que le dedicamos al desayuno. Y lo dormidos que estamos a esas horas. Y sé que deberíamos acostarnos antes para levantarnos más descansados y con más ligereza y energía. Pero es que la tele retrasa mucho el comienzo de la serie de turno. Y por tanto, acaba tarde. Ningún día nos vamos a dormir antes de las once y media o las doce. Y los niños no se acuestan si yo me quedo delante de la tele, ni locos.

Y con el desayuno en la garganta, apenas sin tragar, todos al coche y al atasco. Porque la distancia del cole no es tanta. El problema es el atasco. Diez minutos para desayunar y media hora para el atasco… no es lógico… ni saludable ya que estamos hoy dándole vueltas a la comida que es sana y cuál no.

Lo dicho… tomad un euro para una palmera en el recreo.
Y al curro. Al estrés del curro. Últimamente no paran de circular rumores. Que si en el departamento de RRHH están entrando trabajadores con una frecuencia inusual… Que si salen circunspectos… Que si están preparando un ERE y nos vamos la mitad a la calle… Todo eso nos pone a todo el personal de los nervios. Eso tampoco ayuda a dormir bien. Mi médica de cabecera me ha dado una pastillita suave para los días que me cueste dormir. Que no me acostumbre, dice. ¡Cómo si a mí me gustaran las pastillitas! ¡Que me suban el sueldo y me hagan un contrato fijo y verás que bien duermo por las noches…! Duermo mal. Y es por el estrés, lo sé. Y llevo una temporada, que se está haciendo inusualmente larga, que me cuesta dormir, que estoy siempre al borde del agotamiento, que estoy de un humor canino, que me sube por el estomago una tristeza… Y sí… tomo una de esas pastillitas suaves y al menos me desmayo por las noches al acostarme. “Tienes que evitar el estrés” me dice mi doctora… Qué lista…

A mediodía paro una hora para comer. Algunos en la oficina se traen la comida de casa y tenemos un microondas donde calentarla. Yo lo más que me he traído ha sido una ensalada, de esas preparadas que venden en el súper. Ya viene con todo. No necesitas ni prepararla. No es tan rica como las lentejas que se trae Romerales, pero es que Romerales no tiene hijos. Y le gusta cocinar y tiene tiempo y ganas para cocinar. Yo no tengo esa suerte…

Los niños comen en el colegio. Todos los meses me mandan un menú del colegio. Lo pego directamente en la puerta de la nevera y no lo miro jamás. Según el menú comen muchas verduras, y frutas, y pescado… pero no me creo que el pequeño coma verduras y pescado. En casa es imposible. Ya ni lo compro. Les sacas de los espaguetis con carne picada y de las salchichas y darles otra cosa es un trabajo para el que no tengo fuerzas.

A los niños los va a recoger mi madre. Y los lleva a extraescolares. Y les da de merendar. “Merienda sanísima” dice mi madre. Pero a saber… a veces llegan con la pechera llena de restos de azúcar glaseado. Ella también tira de la bollería industrial… tampoco es que tenga una pensión para tirar cohetes. Y me cuida a los niños mientras me deslomo en la oficina para poder llegar a fin de mes.

Cuando llego a casa, mi madre sale escopetada y los niños ya han acabado los deberes —o eso dicen— y están plantados delante de la tele o delante del ordenador. O el mayor delante del móvil, que ya tiene edad y móvil. Yo a sus edades, a esas horas, estaba en la calle pateando piedras. “Tú tenías parque en la puerta” me dice mi madre cuando me quejo. “Y había seguridad en las calles” añade con voz lúgubre. “Pues nada. La culpa es mía. El año que viene nos vamos a vivir cerca del parque del Retiro” le contesto con retranca. En el barrio faltan recursos para los niños, lugares donde puedan estar con sus amigos sin que tengamos que preocuparnos. Y sobran pantallas. ¡Que se quedan alelados, como los conejos cuando les das las luces largas del coche, con tanta pantallita!

Pero yo no tengo tiempo para coger a los niños e irnos a un parque. Coge el coche, tírate media hora para llegar, estate un ratito, vuelve sin comerte un atasco… Ni ellos quieren… ¿Y los fines de semana…? Ahí tengo mala justificación… me falta capacidad de planificación y programación… y ayuda… y compañía…

Y a la hora de cenar… pizza, que a todos nos gusta, del súper. Siempre tengo en la nevera. Y se hace muy rapidita. Me digo que son para emergencias, pero se han convertido en una emergencia muy frecuente. O una tortilla con salchichas, si es que estoy con ganas de cocinar…

El otro día, en la revisión del pequeño, el pediatra me dijo “que estaba por encima del percentil que le corresponde por su edad”. Que está gordo, vamos. Como yo. Que comemos mal… Que más comida mediterránea… Que hay que moverse más, o más bien, que hay que moverse algo… Un poquito…

Que ya lo sé…

Tengo estrés, como mal y no me muevo. Soy carne de infartazo. Me asalta la duda. Pero ¿cómo hago para cambiar de vida…?



Juan Carlos Mateos. Técnico Superior de Salud Pública

1 comentario:

  1. Buen intento de usar un lenguaje, si no inclusivo, al menos neutro.
    Sinceramente hsta que no llegué a la firma creí que era una madre( mi mirada sesgada por el patriarcado) o no tan sesgada pues desgraciadamente seguimos siendo mayoría de mujeres quienes tenemos la doble y triple jornada,
    En cuanto a los niños doy por hecho que son de sexo masculino? o ahi ya se olvidó de ese lenguaje neutro? Buen intento Doctor

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