jueves, 18 de julio de 2019

Prevención de la fragilidad como parte de un envejecimiento saludable



Según los últimos datos del INE, España es considerada uno de los cinco países del mundo con mayor esperanza de vida, superando ésta los 83 años. Este envejecimiento poblacional podría considerarse un éxito, pero no siempre es así, ya que añadir años a la vida no implica necesariamente vivir mejor. De modo que la prevención y actuación temprana en situaciones de fragilidad se ha convertido en uno de los principales objetivos de los profesionales sociosanitarios con el fin de evitar la dependencia.

El síndrome de fragilidad en el anciano es un estado de mayor vulnerabilidad del individuo, que presenta una disminución del funcionamiento de su sistema fisiológico y, por tanto, se ve mermada su capacidad de respuesta al estrés, predisponiéndole a una situación de mayor probabilidad de riesgos para su salud, discapacidad y dependencia. Es importante distinguirlo del envejecimiento normal. 

Esta condición está asociada a mayor edad, sexo femenino, mayor carga de enfermedad, discapacidad y deterioro cognitivo, y también está relacionada con otros resultados adversos, como son: caídas, polimedicación, mayor frecuentación de servicios de salud, hospitalización e institucionalización.

Podemos considerar así al anciano frágil como una persona que conserva su autonomía de forma inestable y a quien se le pueden ofrecer intervenciones que frenen e incluso reviertan ese deterioro.






Debido a sus graves consecuencias, la detección de fragilidad debe ser una prioridad, prestando especial atención a las primeras señales de alarma como son:
  • Incapacidad para realizar una actividad que antes hacían
  • Pérdida de peso
  • Debilidad
  • Baja actividad física
  • Cansancio frecuente
El Documento de consenso sobre laprevención de fragilidad y caídas en la persona mayor incluido dentro de la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS, señala a Atención Primaria como el medio asistencial idóneo para su detección y manejo, en coordinación con los recursos especializados oportunos.
Según este documento, la detección precoz se ha de realizar a toda la población mayor de 70 años.
  1. Inicialmente se realizará una valoración de las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) mediante el test de Barthel, que determinará la inclusión o no de la persona en el programa.
  2. Tras ello, se ha de llevar a cabo un cribado de fragilidad, que enmarcará a la persona como “no frágil” o “frágil”, en función de los resultados obtenidos preferentemente a través de la prueba de ejecución Short Physical Performance Battery (SPPB), que incluye la evaluación del equilibrio, de la velocidad de la marcha y la capacidad de levantarse y sentarse en una silla. 
  3. Por último, se valorará el riesgo de caídas.
   
  
Para prevenir o reducir la fragilidad disponemos de dos estrategias que han demostrado ser de máxima utilidad en el manejo de estos pacientes: la actividad física y la alimentación saludable. Sin olvidarnos del adecuado abordaje de enfermedades y cuadros clínicos, la revisión de la medicación y de los riesgos en el hogar.
  • Ejercicio físico multicomponente: constituye el eje principal y la intervención más eficaz para retrasar la discapacidad y otros eventos adversos. Incluye ejercicios que trabajan: fuerza y potencia muscular, equilibrio y marcha, flexibilidad y resistencia cardiovascular.
  • Alimentación saludable: es el segundo pilar. Consiste en un aporte adecuado de los nutrientes a esta población que tiene unas necesidades específicas, fundamentalmente de proteínas.
  • Revisión de la medicación: la reducción a menos de 4 fármacos disminuye el riesgo de caídas. Los grupos de fármacos más relacionados con ello serían: benzodiacepinas, neurolépticos, antihistamínicos de primera generación, vasodilatadores y opiáceos.
  • Revisión de riesgos en el hogar: Entre un 50-75% de las caídas se producen en el domicilio, por ello es importante recordarles la necesidad de mantener los suelos despejados de objetos, uso de antideslizantes en bañera y una iluminación correcta, entre otras medidas.
En definitiva, se trata de aplicar y llevar a cabo intervenciones que ayuden a mantener y mejorar su calidad de vida, de manera que ese aumento de la longevidad vaya acompañado de personas mayores activas, autónomas e independientes.

Rocío Abad Torreblanca. EIR-2 Enfermería Familiar y Comunitaria




  • Programa de Promoción del Ejercicio físico que es referente Internacional de intervención comunitaria y hospitalaria para la prevención de la fragilidad y las caídas en las personas mayores.
                                             
 

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